A lo largo de la historia de la humanidad, o al menos desde que comenzamos a desarrollarnos como seres sociales y culturales, siempre ha existido la predicción de un inminente final. Las famosas profecías de Nostradamus y el cierre del calendario maya son solo algunas de las más recordadas.
En este contexto, tampoco podemos pasar por alto la posibilidad de un impacto de meteorito en la Tierra, una de las teorías más comunes que el momento actual ha revitalizado. Tal vez sea por influencia de la película «Don’t Look Up», o quizás por la mala interpretación de los informes periódicos que publica la NASA sobre la trayectoria y el potencial impacto de estos objetos celestes.
De acuerdo con la reciente ola en las redes sociales y la “interpretación” de los reportes de la agencia espacial estadounidense, se ha difundido la idea de que el próximo 6 de mayo hay grandes posibilidades de que un meteorito colisión con nuestro planeta. Esta narrativa empezó a circular en línea rápidamente, y muchos han asumido sus propias interpretaciones del filme mencionado, protagonizado por Leonardo DiCaprio y Jennifer Lawrence.
No es para sorprenderse, dado que la humanidad ha pasado casi dos años confinada en sus hogares debido a un virus que resultó ser más grave que un simple resfriado. Muchas personas han perdido seres queridos, mientras que otros aún lidian con efectos secundarios cuya explicación a veces resulta complicada. Incluso, un año antes, en Cuba, en Pinar del Río, también se reportaron caídas de fragmentos de meteoritos, como si anunciando lo que estaba por venir.
Luego, cuando se presenta la oportunidad de un nuevo comienzo, un presidente decide invadir un país de relevancia geopolítica, y, nuevamente como un mal chiste, la posibilidad de que un meteorito no nos aniquile se vuelve menos probable que una Tercera Guerra Mundial. Una alternativa mucho más cruel, pero a veces sorprendentemente más plausible considerando cómo nos hemos tratado mutuamente como especie.
Casi que el impacto de un meteorito en la Tierra encaja de manera perfecta como un desenlace apocalíptico. Sin embargo, como suele suceder, la ciencia y el uso que la humanidad ha dado a ella vienen a salvar al planeta, al menos de la ignorancia para aquellos que están dispuestos a informarse.
Ante esta posibilidad, la NASA ha declarado que la probabilidad de que este fragmento de roca colisione con la Tierra es de un 0.00074%, lo que equivale a una posibilidad entre 140,000, y, aun así, hay un 99.99926% de probabilidad de que el asteroide siga su curso sin tocar nuestro planeta.
Por supuesto, la aclaración de la agencia llegó pocos días después de que, en las redes —donde unas horas pueden sentirse como semanas— ya se habían establecido hashtags, memes… respecto a la “roca mortal”. Algunos coincidían con pruebas finales, otros tenían festividades a las que asistir, y la gran mayoría estaba convencida de que esto era “lo único que faltaba” en estos tiempos difíciles.
Pero tomemos esta roca ígnea y su “posible” trayectoria destructiva para reflexionar sobre lo valioso de la vida. Han pasado dos años en los que expertos, periodistas y diversas voces con acceso a plataformas públicas han enfatizado la importancia de priorizar lo verdaderamente significativo en nuestras vidas. Se ha discutido tanto que las redes sociales han convertido esto en una forma de positivismo tóxico donde siempre se espera que estemos felices y que se le pueda sacar un aprendizaje a todo.
Y esta tendencia tiene un pequeño fundamento de verdad, pero no es total. El sufrimiento, la decepción, la inseguridad y los finales son parte de la vida, aunque no de forma placentera. Adoptar el espíritu de vivir como si cada día fuera el último plantea una dicotomía entre aprender de todo lo que la vida nos ofrece y caer en la indiferencia de un simple scroll y pensar: «es solo el fin del mundo».