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La noticia resultó un golpe duro para la comunidad artística cubana. El aclamado actor Pancho García, figura fundamental en el ámbito actoral de la isla, falleció este jueves a los 78 años. Su legado es incalculable. Nació en 1943 en Cienfuegos, donde formó parte de varios grupos teatrales, participó en más de 100 puestas en escena y desarrolló una obra fundamental en el grupo Argos Teatro, bajo la dirección de Carlos Celdrán.
Pancho, como lo llamaban sus amigos, es un rostro perdurable en el teatro cubano. Es difícil que los aficionados a esta manifestación artística no lo recuerden o no hayan sido profundamente conmovidos por sus interpretaciones, por la evolución de sus personajes y por la vitalidad que infundía en sus actuaciones.
Al conocerse la noticia de su fallecimiento, numerosos medios coincidieron en resaltar su influencia y enseñanza hacia las nuevas generaciones de actores. Y es cierto. Sin embargo, lo más importante es el modo en que transmitió esas lecciones de teatro, que en realidad eran verdaderas lecciones de vida.
Pancho, quien enfrentó censura y control durante uno de los periodos más oscuros de la cultura cubana tras la revolución, integró el teatro en su vida con una personalidad fuerte y logró llevarlo a alturas tan notables como él mismo, porque en esencia lo convirtió en parte de su existencia y de su paso por la vida. Para él, era el teatro o nada. Y obviamente, con esa determinación, no podía hacer otra cosa que ofrecer interpretaciones sumamente convincentes, donde parecía poner en juego su propia vida.
Al revisar su trayectoria, resultaría difícil imaginarlo dirigiendo su vocación hacia otras áreas del arte. Al verlo en el escenario, solo se podía concluir que era un hombre que nació, sencillamente, para el teatro, para expresar sus verdades en las tablas y convencernos de que sin el teatro, la vida no estaría completa.
Su trayectoria fue extensa desde sus inicios en el mundo del arte. Se unió al influyente Teatro Estudio en 1970, después de acumular diversas experiencias en el grupo Joven Teatro, dirigido por Rubén Vigón. Décadas más tarde, en 1995, se integró a la Compañía Hubert de Blanck, donde participó en algunas de sus obras más prominentes.
Pancho participó en obras como Bodas de sangre de Federico García Lorca, Macbeth de William Shakespeare, La Aprendiz de Bruja de Alejo Carpentier, Los juegos santos de Pepe Santos, Un enemigo del pueblo de Henrik Johan Ibsen, Un tranvía llamado deseo de Tennessee Williams, La Muerte de un Viajante de Arthur Miller y Aire frío de Virgilio Piñera, entre muchas otras.
A todas sus interpretaciones les imprimió ese sello distintivo de su personalidad, lo que le permitía desdoblarse sin dejar de estar rodeado de ese fuego del carácter, que fue madurando con el tiempo hasta convertirse en una de sus armas más poderosas. En esa forja también influyó de manera significativa su trabajo en España, donde se ganó el respeto y la admiración tanto de la crítica como del público.
Si su paso por el teatro es de suma importancia, no es menos relevante su labor en el cine cubano, donde incursionó bajo la dirección de varios de los más aclamados e históricos directores del país. Pancho formó parte de películas como Una pelea cubana contra los demonios, de Tomás Gutiérrez Alea; Chamaco, de Juan Carlos Cremata; La piscina, de Carlos Quintela; Los buenos demonios y Esther en alguna parte, ambas de Gerardo Chijona; José Martí: el ojo del canario e Insumisa, dos películas de referencia en la trayectoria de Fernando Pérez.
La carrera de Pancho fue la de un artista total, gracias a su versatilidad, su compromiso con su trabajo y su involucramiento con la realidad que a menudo representó. El actor no estuvo desconectado de su tiempo y mantuvo, como era de esperar, una mirada crítica y profunda hacia la sociedad y la vida en su país.
“Yo estoy perdiendo gente desde que comenzó la Revolución. Amigos, familia… Yo extraño a gente en la literatura, en la música… Creo que este país tiene una deuda con Celia Cruz. Todo lo que Benny Moré es para la música cubana, debe ser también Celia Cruz, aunque no haya sido partidaria de la Revolución. A esa mujer tan grande hay que tenerla aquí, en alguna parte. Hasta que en este país no se le haga un monumento, los cubanos vamos a estar lastimados”, expresó, en relación a las ausencias y a los eventos que afectan la cultura cubana.
“Y eso es en la música; también tenemos el caso de Sandoval y Paquito Rivera. En la actuación, nos falta Susana Pérez, Reynaldo Miravalles, Carlos Cruz… Por poner tres ejemplos, porque la lista es extensa”, agregó en una entrevista con la revista Hypermedia Magazine.
Es verdad que el rostro de Pancho podría no ser familiar para muchos de los jóvenes seguidores del teatro o, en general, para las nuevas generaciones en la isla.
No obstante, su labor, su versatilidad, sus memorables monólogos y su coherencia siempre estarán presentes en la trayectoria del teatro y de la cultura cubana.