Foto: Jorge Luis Borges
Texto: Manolo Vázquez
¿Qué cubano no ha jugado al béisbol, al menos en su infancia? Aquí crecemos esquivando coches y persiguiendo pelotas por la calle antes de que terminen en los pies de la vecina que siempre tiene una historia trágica, esa que todos tuvimos, o aún tenemos. Este amor por el béisbol parece estar en nuestro ADN, una herencia que la ciencia no puede explicar de otra manera.
La próxima declaración del béisbol como Patrimonio Cultural de la Nación, que se llevará a cabo el martes 19 de octubre en el estadio Palmar de Junco en Matanzas, donde se dice que se realizó el primer juego oficial de béisbol en Cuba en 1874, representa un reconocimiento significativo para nuestro deporte nacional. Esto no solo fortaleces su historia, sino que también defiende la tradición, aunque no podemos ignorar los momentos difíciles que atraviesa el béisbol en la actualidad.
Es un buen momento para reflexionar sobre todo lo que hemos dejado atrás a lo largo de los años. Hacer memoria de los tiempos en que seguíamos con pasión la serie nacional, elegíamos a nuestros jugadores favoritos en acalorados debates callejeros, esperábamos ansiosos el clásico (Industriales-Santiago), que hoy se encuentra casi olvidado, o apoyábamos al equipo de las cuatro letras en competencias internacionales, son solo algunos de los aspectos que ya no podemos disfrutar como antes.
Cuando se formalice el nuevo y significativo nombre que daremos a nuestro béisbol, debemos recordar que hace apenas un mes, la mitad del equipo que viajó a México para el Mundial Sub 23 decidió abandonar la selección en busca de nuevas oportunidades, lo que significa que la Federación Cubana de Béisbol ya no podrá contar con ellos en el futuro, además de ser tachados de traidores.
No es casualidad que tantos peloteros cubanos hayan decidido tomar otro camino en los últimos años. Poco a poco, se vislumbran las dificultades en todos los sectores, incluyendo aquellos que han sido más protegidos. Si no se mejora las condiciones para los atletas desde la base, si no se asigna un presupuesto adecuado para la restauración de las instalaciones deportivas y si no se consideran las necesidades de los deportistas después de su retiro, aquellos que tengan la oportunidad de buscar su futuro en otros lugares, probablemente no volverán.
Aunque la declaración de Patrimonio Cultural de la Nación busca revivir lo que el béisbol significó para muchos de los que nacieron en esta tierra, es un momento que requiere de un análisis profundo y acciones decisivas. En el país hay suficientes especialistas capaces de hacer resurgir este deporte, solo necesitan las condiciones adecuadas para trabajar. También sería beneficial establecer estrategias basadas en lo que sucede en el ámbito internacional y conseguir contratos más competitivos para los jugadores talentosos que llaman la atención de los clubes profesionales, lo cual podría llevarnos en la dirección correcta.
En conclusión, lo que alguna vez fue uno de los espectáculos más apreciados y concurridos para los aficionados, un sublime entretenimiento, hoy parece generar descontento y controversia, aunque en el ámbito extradeportivo. Es urgente dejar de lado el discurso poético y tomar medidas concretas, aunque eso desagrade a la vecina poco amigable.