Foto: Roy Leyra
Texto: Redacción Cuba Noticias 360
El fenómeno de las teleclases en Cuba no es en absoluto una novedad. Desde finales de la década de 1970, ya se discutía sobre este tema, y su implementación se intensificó conforme la Isla adoptaba nuevas tecnologías para la formación académica.
El objetivo siempre ha sido el mismo: “Aprovechar el audiovisual con propósitos educativos”. El primer antecedente se remonta incluso a 1950, con la difusión de una serie de emisiones científicas destinadas a estudiantes y profesores de medicina de la Universidad de La Habana.
No hay duda de que su transmisión logró unificar el cumplimiento de los programas de enseñanza vigentes, elevando la calidad y el nivel científico tanto de los alumnos como de los docentes mediante una metodología adecuada e interdisciplinaria.
En aquellos años iniciales, era indudablemente algo novedoso y acertado. Sin embargo, con el paso de las décadas, las teleclases quedaron muy por debajo de las necesidades reales de los estudiantes. No evolucionaron con el tiempo, mantuvieron la misma estructura, se tornaron repetitivas y muchos las rechazaban.
Diversas razones contribuyeron a esta situación: la capacitación del profesor que aparecía en pantalla, el uso del PowerPoint con una visualidad poco funcional, la manera en que se presentaban los contenidos e incluso los horarios inadecuados de transmisión. Sin embargo, no se debe caer en absolutos, ya que existieron casos excepcionales de docentes con una calidad y entusiasmo admirables, aunque eran escasos.
A pesar de esto, este formato se mantuvo. Cuba se adentró en la era digital y las teleclases quedaron atrapadas en una rutina analógica. Hoy, ante el cierre de escuelas debido a la crítica situación epidemiológica, las teleclases se han convertido en casi las protagonistas de la educación, constituyendo una alternativa para enfrentar la educación no presencial.
En redes sociales, los usuarios han abierto un debate sobre la ortografía en las teleclases. Es inaceptable que un producto que supuestamente resulta de un estudio previo y de una revisión exhaustiva se emita con errores de este tipo.
Por ejemplo, Yunier Sarmientos, periodista del periódico estatal Sierra Maestra de Santiago de Cuba, ha compartido capturas de pantalla con las faltas que ha observado en su perfil de Facebook. Su publicación ha generado varios comentarios, entre ellos el de la profesora de Teoría de la Comunicación de la Universidad de Oriente, Daynet Castañeda Rodríguez:
“No se trata de ocultar lo que pasa. Esta publicación, conociendo a Yunier Sarmientos, no busca despreciar el esfuerzo detrás de las teleclases, sino que es un llamado de atención a todos los implicados, porque no puede permitirse que se enseñen errores ortográficos a los niños. Además, los padres deben estar alertas para corregir en caso de que suceda. Recordemos que los profesores, incluso a través del televisor, se convierten en figuras de autoridad incuestionable para los niños, y los medios de comunicación también tienen una gran responsabilidad en la formación de ciudadanos. Cuando un niño o adolescente percibe un error, puede perder la confianza en la calidad del profesor, y ahí es donde debemos intervenir los padres y familiares para recordarles que nadie es perfecto y que hasta el mejor escribano puede cometer un error.”
Por su parte, el usuario Luis Felipe Dager Guerra, en el mismo post, comenta: “Son niños de primer grado. Ese programa fue grabado, y ese PowerPoint debería ser revisado a fondo antes de salir al aire. Si tanta gente se dio cuenta del error, ellos, que son especialistas, debieron notarlo antes. La crítica no es constructiva si no es sana, pero en este caso, a mi juicio, es imperdonable”.
El dramaturgo cubano Norge Espinosa también se ha hecho eco de este problema: “De la serie: Teleclases para el Hombre Nuevo”, menciona en su publicación, donde acompaña una captura que muestra claramente un error ortográfico: “Un gran hombre ha dejado de existir”.
El joven profesor del Departamento de Literatura de la Universidad de Las Villas, Job Guerra, señala: “Esto ha estado sucediendo durante días en las teleclases. Primero fueron las tildes, que pensé que sus teclados estaban en inglés. Ahora esto. 3støy äl pənseər k vîənen d la Duräkncia”.
Asimismo, la usuaria Buby Bode agrega: “Así vamos con la educación de nuestros jóvenes. Una vez, una maestra le dijo a un alumno mío que si volvía a escribir ‘vecina’ con ‘c’, lo iba a castigar severamente. Él me lo contó. Lo miré y le dije que siguiera escribiendo como yo le enseñé. Al día siguiente, fui a la escuela con un diccionario envuelto en un papel llamativo y se lo ofrecí amablemente a la profesora junto con una nota en su interior. Una semana después, la querida pidió la baja. (No me pregunten qué decía la nota… se los dejo de tarea)”.