Foto: Xiomara Alsina/Escambray
La controversia acerca de los precios excesivos de productos y servicios en Cuba sigue intensificándose, como era previsible ante el aparente aumento—imparable—del valor del dólar en el mercado informal.
En esta espiral sin fin, donde el poder adquisitivo de los salarios se desploma dramáticamente, los espacios físicos y virtuales de la isla se han convertido en un muro de lamentos para los ciudadanos que no vislumbran una salida al túnel de la inflación.
Aunque la indignación se centra en los precios fijados por los llamados nuevos actores económicos—conocidos como el sector privado—, resulta aún más alarmante que el propio Estado cubano y su sistema empresarial, amparados en el aumento de los costos de las materias primas, también eleven los precios de sus bienes y servicios.
Esta práctica, que a menudo disimula la falta de eficiencia y plantillas aún sobredimensionadas en el sector estatal, socava el llamado de las principales autoridades del país, que instan continuamente a una cruzada contra los precios especulativos, mientras sus empresas siguen aumentando sus tarifas.
Un ejemplo claro son los coppelias distribuidos a lo largo de la isla, que cierran temporalmente debido a la escasez de leche para sus elaboraciones y, al reabrir, incrementan drásticamente los precios del helado sin que ello se traduzca en una mejora en la calidad del servicio.
Así lo denunció hace unos días la internauta Liz Lianet Gómez González en varios grupos de compraventa de Facebook: “Miren esto, el helado del coppelia de Sancti Spíritus es puro derretido y hielo, caballero, ¿adónde vamos a parar? Y a 35 pesos la bola. Lo de menos es lo que cueste, si lo despacharan bien. Venimos a comprar bola de helado, no agua de helado. ¿Hasta cuándo? ¡Yeyo, compadre!”.
Otros usuarios se han preguntado cómo los propios trabajadores venderán los envases por la puerta trasera del coppelia espirituano, un negocio notorio en esa ciudad; y en qué punto del proceso el producto se derrite de esa manera.
Por ahora, pocos confían en que la Empresa de Productos Lácteos revise sus costos considerando “con cariño” a los consumidores; por ello, la solución más rápida que proponen algunos usuarios bastante radicales en redes es: “Si te sientes estafada, ya sea en un negocio privado o en una entidad estatal, devuelve el helado. Si todos nos plantáramos más seguido, seguro que otro gallo cantaría, y no precisamente en el estadio”.